Mi amigo y yo vamos a bares a buscar una chica que llevarnos a casa con nosotros para follar.
Ya había dejado el baño preparado para aquel momento relajante: las velas estaban encendidas, se oía fluir el agua y había en el ambiente un suave olor a lavanda. Entré en el cuarto de baño con una toalla que cubría mi cuerpo desnudo, deseando aquel momento de darme un baño relajante. Dejé caer mi toalla en el suelo junto a la bañera, y según iba a meter el primer pie en el agua, mi teléfono comenzó a sonar.
“Hola”, respondí, notablemente enfadada.
“Hey, Mía. No me siento muy bien hoy, necesito echar un polvo. ¿Podrías estar lista en una hora?”. la voz de Max sonaba seria.
“Dame dos horas, estaba a punto de darme un baño”
“Vale, nos vemos en el club a las 9”, dijo Max , y seguidamente colgó el teléfono.
Dejé el teléfono móvil sobre el mueble del lavabo y volví a la bañera para comenzar a disfrutar mi baño. Comencé a pensar en la primera vez que vi a Máximo. Nos habíamos conocido en un bar cinco años antes. Los dos estábamos de bajón y tras tomar un par de cervezas terminamos follando en el baño del bar, después otra vez en su coche y una tercera vez fuera de mi apartamento.
Era un amante maravilloso, era muy guapo y sabía cómo dar placer a una mujer. Era de altura media, complexión delgada, pelo moreno corto, ojos negros y una sonrisa que enamoraría a cualquiera. Su ascendencia italiana era muy evidente.
Durante un tiempo tuvimos una relación, pero tras un par de discusiones, decidimos dejar a un lado la idea de tener una relación de pareja y nos convertimos en follamigos. Esta opción funcionaba mejor para nosotros, y a menudo, frecuentábamos algunos bares con la esperanza de encontrar una mujer sexy que quisiese unirse a nosotros y pasar un rato divertido.
Salí del baño, me sequé y puse crema hidratante por mi cuerpo. Me peiné y sequé el pelo. tras buscar en mi armario durante un rato un outfit que me apeteciese ponerme esa noche, elegí un vestido corto naranja sin tirantes, tipo palabra de honor. Era bastante ajustado y la verdad es que dejaba poco espacio para la imaginación. Lancé el vestido a la capa y busqué en el armario unos zapatos que hicieran juego con él. Siempre me acuerdo mientras me preparo para salir de que debería comprarme un organizador de zapatos. Tras mirar en cuantas cajas de zapatos por fin encontré el par perfecto. Unos zapatos de tacón marrones.
No necesitaba ponerme sujetador, mis tetas eran bonitas, no muy grandes y por suerte bien firmes. Llevaba ya un par de años sin llevar ropa interior.
Miré el reloj: mierda, ya son las 8:45. Iba a llegar tarde. Corrí al baño para ponerme algo de maquillaje: un poco de colorete, pintalabios y rimmel. Antes de salir me miré al espejo de cuerpo entero. “Estoy buenísima”, dije en alto. Cogí las llaves del coche, un bolso a juego con los zapatos y salí pitando de casa.
Al llegar al parking, vi a Max apoyado en su BMW y fumándose un cigarrillo. Llevaba puesta una camisa negra, pantalones negros también y un cinturón rojo, a juego con sus zapatos. ¡Estaba imponente! Aparqué frente a su coche y él se acercó a recibirme.
“¡Guau Mía, estás excepcionalmente guapa esta noche! Che bella che sei”.
“No he entendido lo último que me has dicho pero suena bien”, le contesté.
Entonces, noté que el olor de lo que estaba fumando no era de un cigarrillo, sino de un porro de marihuana. Respiré hondo y me mordí el labio. Él se acercó, me cogió por la cintura, echó una calada grande y me echó el humo a la cara. Abrí mi boca y lo inhalé todo.
“Mmmm, no sé si esto será suficiente para colocarme”. Entonces Max me miró y sonrió, pasándome aquel porro. Di una calada larga y se lo devolví.
“Mía, bella Mia. Hay algo que estaba pensando mientras me acercaba a ti”. Metió su mano por debajo de mi vestido para tocar mi coño afeitado.
“¡Lo sabía!, dijo con una sonrisa en su cara. Yo sonreí y nos fuimos andando d ela mano hacia el club.
Al entrar, todas las miradas estaban puestas en nosotros. Max echó un vistazo a toda la gente que había en el bar y en seguida detectó quién sería nuestro objetivo aquella noche. Me cogió del brazo y señaló a la elegida con su mirada. Nos acercamos a la barra y nos sentamos junto a ella.
debía medir alrededor de 1,70. Tenía buenas curvas, tetas grandes y era pelirroja. Y por su mirada y su actitud, prometía ser desinhibida y divertida. Al sentarme en el taburete la empujé ligeramente.
“¡Ay, lo siento cariño!”, me disculpé mientras le acariciaba sutilmente la espalda.
Ella inmediatamente se puso algo tensa y dijo “No pasa nada, no te preocupes”.
“Deja que te compremos otra copa. De verdad que lo siento”, me disculpé de nuevo. “¿Has venido sola?
“Si, y vale, está bien. Un ron con coca cola”, respondió, relajándose un poco.
Le presenté a Max, y pedí a la camarera la copa de ron y dos cervezas. Durante un rato estuvimos ahí sentados bebiendo y bailando sentados en los taburetes. Ella poco a poco fue bajando la guardia y se fijaba en nosotros, primero en Max,, a quien estaba devorando con los ojos, y después en mi. Entonces se mordió el labio inferior, y suavemente pasó su dedo índice por su amplio escote de una teta a la otra, dibujando la silueta de ambas. Un par de cervezas después, me di cuenta de que estaba frotándose con su taburete, moviéndose ligeramente hacia delante y detrás.
“Guapa, ¿quieres bailar con Max?”
“Oh, no, no quiero molestaros”
“No te preocupes cariño, a mi no me importa”.
“Vale”.
Miré a Max y asentí. No nos hacía falta ni hablar. Llevábamos años haciendo esto, nuestras miradas y un par de señales con las manos eran todo lo que necesitábamos.
Yo les miraba mientras Max acariciaba suavemente el culo de la pelirroja y metía su rodilla entre las piernas de ella. Ella echó su cabeza hacia atrás y se dejó seguir acariciando y frotando. Max sonrió y me guiñó un ojo: ya era nuestra. Bailaron un par de canciones más, las manos de él recorrían todo el cuerpo de ella y le besaba el cuello. Miré mi móvil: eran casi las 2 de la mañana, el club estaba a punto de cerrar.
Entonces vi una señal de Max. Levantó un pulgar y asintió mientras le daba una palmadita en el culo. La presa estaba lista para irse con nosotros. Mientras volvían de la pista de baile a la barra ella se puso colorada, obviamente avergonzada de lo que había pasado mientras bailaban.
“Oh, Max, el club va a cerrar ya, pero yo quiero seguir bebiendo. ¿Qué hacemos?”, pregunté, sabiendo perfectamente lo que él contestaría.
“No lo sé Mía. Podríamos ir a mi casa”.
“Vale. ¿Y tú cariño? ¿Quieres venir con nosotros?
Se puso de nuevo colorada. “Vale”.
Salimos del bar. Llegamos al BMW y yo me senté en el asiento trasero.
“Qué coche tan bonito”, dijo ella mientras tocaba los asientos de cuero. La mano de Max se acercó a ella y le acarició la pierna. De nuevo ella se puso tensa. era ahora o nunca, Me acerqué a su asiento y empecé a tocarle sus enormes tetas. Ella se echó hacia atrás, dejándose tocar por mis manos. Sus pezones no tardaron en ponerse duros entre mis dedos. Le pasé el dedo por ellos, mmmm. Mientras jugaba con sus pezones y le cogía suavemente las tetas, la mano de Max le masajeaba la vulva a través de sus bragas húmedas. Él se acercó a ella y reclinó el asiento. La pelirroja abrió las piernas y yo comencé a tocarle las tetas ya por debajo de la ropa. Su respiración se hizo más lenta e intensa, y soltaba pequeños gemidos. Yo me coloqué entre los asientos y le bajé el escote para dejar sus tetas libres.
Mientras Max le metía un dedo en el coño húmedo, yo le estimulaba los pezones “Mmmmmm”, decía ella.
El sonido de los dedos de Max entrando, saliendo y moviéndose por su vagina lubricada me estaba poniendo muy cachonda. Con uno de sus pezones en mi boca, y mis dedos pellizcando el otro, ella tuvo su primer orgasmo. Y no iba a ser el último. de allí nos fuimos al apartamento de Max y al llegar al dormitorio le prometimos que iba a ser una noche para no olvidar.
Lo normal es que echemos dos o tres polvos por la noche, y después, un mañanero de sexo oral, para despertarnos con buen sabor de boca.