Desmadre y sexo inesperado en una fiesta en la piscina

Era la fiesta de verano en una discoteca con piscina. Aquel día hacía tanto calor, debíamos estar a más de 35 grados. Entre la música, los mojitos y la gran cantidad de gente que había, creo que fue una de las fiestas más salvajes en las que he estado en toda mi vida.

 

Ants de llegar a la fiesta, mi marido (con el que llego 25 años casada) me despertó por la mañana metiendo su cabeza bajo las sábanas y entre mis piernas. Por desgracia, el sonido inesperado del timbre cortó lo que podía haber sido el agradable y siempre bienvenido orgasmo de un polvo mañanero. Él nunca volvió a la cama para terminar lo que había empezado, así que me di una ducha para relajarme y aliviar la frustración antes de vestirme.

 

Llegamos a la fiesta en la piscina y ya había mucho ambiente. No le comenté nada a mi marido, pero me pareció que la mayoría de gente era más joven ese día que los que solían acudir otros años. También llamó mi atención que había muchos hombres y mujeres jóvenes con cuerpos bastante tonificados, se veía que estaban en forma. Definitivamente había más músculos y pieles bronceadas de los que había visto otros años.

 

Tras unas horas picoteando, bebiendo y charlando, mi marido encontró un sitio libre en un rincón tranquilo, donde relajarnos y poder disfrutar del ambiente pero con algo más de calma. Tumbados en las tumbonas eché un vistazo y hubiera jurado que algunos de los chicos estaban hablando de mi, mientras miraban a la zona donde yo estaba. Y aunque no fuera de mi, me hizo sentir bien la idea de que hubiera sido así.

 

Me tumnbé en la tumbona, me ajusté las gafas de sol y comencé a tomar el sol. poco tiempo después, mi mente comenzó a dejarse llevar y a pensar en aquella mañana y en la lengua de mi marido recorriendo mi clítoris. Podía sentir e hormigueo entre mis muslos y no paraba de recolocarme.

 

El pensamiento de su lengua retorciéndose por mi vulva apartó cualquier otro pensamiento de mi cabeza y me llevó a soñar despierta con aquella sensación tan placentera. debo haber empezado a moverme demasiado, porque mi marido me tocó el hombro y me pregunto: “Cariño, estás bien?”.

 

Abrí los ojos y le respondí: “Sí”.

 

Entonces él siguió preguntándome: “¿Quieres beber algo más?”

 

Sabía que tenía que parar y salir de aquel momento de sueño húmedo lúcido, así que me ofrecí a ir yo a por las bebidas. Cogí mi teléfono móvil y me dirigí hacia el bar. Había bastante gente por todas partes, así que tuve que ir buscando los huecos por donde podía pasar. Por suerte, eran grupos de hombre jóvenes, atractivos y semi desnudos, los cuales siempre me sonreían mientras intentaba pasar por su lado.

 

Una vez que llegué al bar, se notaba que toda la gente estaba disfrutando y pasando un buen rato. Vi que había bastante gente esperando para ser servido y que llevaría un rato conseguir algo de beber, así que le mandé un mensaje a mi marido: ”Mucha gente en el bar, tardaré un rato”.

 

Intenté hacerme hueco para acercarme a la barra, y al notar mi móvil vibrando vi en la pantalla el mensaje de mi marido :”No hay problema”.

 

cuando por fin llegué a la barra vi que la gente estaba bastante borracha: gente brindando y bebiendo chupitos. Las camareras, que iban también en bikini, sirviendo bebidas sin parar. sabía que tendría que esperar un rato a que fuese mi turno.

 

Mientras esperaba, parece que más y más gente llegaba cerca de la barra. Alguien detrás de mi puso su mano en mi culo, lo apretó y dejó la mano siguió ahí puesta. Como pude, saqué mi mano libre y empujé aquella mano lejos de mi culo.

 

En pocos segundo la mano estaba ahí de nuevo, agarrándome el culo.

 

Le mandé un mensaje a mi marido: “Alguien ha puesto su mano en mi culo”.

 

Él respondió: “¿Un chico o una chica?”

 

Le mensajeé de vuelta: “Por el tamaño de su mano estoy casi segura de que es un chico”.

 

A lo que él respondió: “Le entiendo. Tienes un culo tremendamente atractivo”.

 

Empecé a escribir otro mensaje cuando de repente noté como esa mano bajaba por dentro de mi bikini y me tocaba directamente el culo. Intenté cogerla para apartarla de nuevo, pero al cogerle por la muñeca, su mano bajó más y sus dedos tocaron mi coño.

 

Los pensamientos que había estado teniendo en la tumbona volvieron a mi, y por alguna razón hicieron que soltase aquella muñeca y dejara que me metieran mano. Aquellos dedos comenzaron a explorar mis zonas íntimas, en seguida sentí la humedad en mi coño, que probablemente estaba húmedo desde hacía un rato. Comencé a entrar en pánico al pensar que el hombre que no sabía ni quien era iba a descubrir que estaba muy cachonda.

 

Mi pánico pasó a ser una sensación de excitación cuando de repente el dedo se metió entre mis labios y entró en mi vagina. Mi mente se congeló, pero mi cuerpo reaccionó por sí sólo y mis piernas se juntaron y apretaron ligeramente. Entonces el pánico siguió actuando y mandé otro mensaje a mi marido: “Cariño, acaba de mover la mano y está metiendo su dedo en mi coño”.

 

la respuesta en mi teléfono fue muy rápida, incluía un emoji de una cara de shock y el mensaje decía “Voy para allá”.

 

El dedo del hombre comenzó a presionar y moverse en círculos alrededor de mi clítoris. Podía sentir que me iba poniendo más y más húmeda a cada segundo. entonces la presión creció y un segundo dedo empujó para entrar en mi vagina. Mis piernas temblaron y empecé a sentir más calor en los genitales. Podía sentir como mi clítoris comenzaba a ponerse más duro y mis piernas instintivamente se separaron.

 

Los dedos del hombre se movían hacia arriba y hacia abajo y yo tuve que controlarme para no gemir, y que así nadie pudiera saber lo poco que me falta para tener un orgasmo allí mismo junto a la barra. Miré el teléfono y vi otro mensaje de mi marido: “Estoy tratando de llegar”.

 

Pensé que debería explicarle dónde encontrarme, cuando de pronto, lo dedos que me acariciaban las aportes íntimas desaparecieron, dejándome completamente inmóvil. Miré a la izquierda y a la derecha, a dos hombres que me se acercaban más, haciendo que hubiese incluso menos espacio. ¿Y si uno de ellos era el dueño de aquellos dedos que me estaban poniendo tan cachonda y húmeda?

 

Recibí una respuesta inesperada cuando sentí que la aparte de abajo de mi bikini era bajada. esta vez no entré en pánico, más bien estaba en shock. Estaba ahí atascada, apretujada entre los cuerpos de la gente, sin poder moverme y con mi culo a la vista de cualquiera. Aún así, nada de eso hizo que se me pasara la excitación.

 

Las manos del hombre comenzaron a acariciarme el culo. Apretaban mis carrillos y se deslizaban hacia debajo, y entre mis muslos. Mi corazón comenzó a latir fuerte. Mi cabeza no paraba de darle vueltas a lo que estaba pasando y se preguntaba qué pasaría ahora. Ni siquiera pensé en hacer que mi cuerpo reaccionase.

 

El calor, las manos firmes y expertas, junto con los recuerdos de la lengua de mi marido esa mañana, hicieron que todo el cuerpo sintiera un hormigueo. No sé lo que estaba pensando, pero no era capaz de pararlo, no quería parar lo que estaba pasando. las manos se metieron entre mis muslos y solté un pequeño gemido mientras abría las piernas.

 

Un dedo localizó mi clítoris y comenzó a hacer círculos alrededor de él. No había duda del efecto que eso estaba teniendo en mi. Mi coño le estaba dando paso lubricando mi vagina en preparación para algo más.

 

Cuando su mano volvió a desaparecer, sentí que mi corazón latía más fuerte. Sabía lo que podría ocurrir, pero por alguna razón, mi mente no terminaba de creer que fuera de verdad a pasar. Y entonces pasó. Sentí un cuerpo caliente presionar contra mi culo, y la cabeza de una polla buscando la entrada a mi vagina. Antes de que pudiese respirar y pensar si estaba o no de acuerdo con aquello, me la metió dentro.

 

Una pequeña descarga eléctrica recorrió mi cuerpo. Yo era una buena esposa, ¿cómo podía dejar que un extraño me penetrara libremente? La idea de que era la última oportunidad de para rlo que estaba pasando se desvaneció cuando su pene pasó junto a mis labios y por aquel canal tan húmedo.

 

Traté de aguantar la respiración y no gemir ni dejar escapar otros sonidos mientras el hombre me penetraba hasta el fondo, lo que me hizo sentir más descargar en el cuerpo. Señales que iban directas desde mi coño hasta mi cerebro, y no pude evitar soltar un gemido de placer. Apoyé las manos en la barra y lo que parecía una polla bastante gruesa, comenzó a frotarse con las paredes de mi vagina, expandiéndolas.

 

Allí atrapada entre la gente, no podía hacer nada, o al menos quería pensar que no podía, y así tener la excusa para justificar por qué dejaba que un hombre desconocido con una polla enorme me follara. Con mis codos y los antebrazos apoyados sobre la barra hice lo que me pedía el cuerpo, empujé hacia atrás y pude oír un gemido suyo, al colaborar en que su polla entrase más dentro de mi coño.

 

La temperatura de aquel lugar parecía haber aumentado, y con cada empujón pareció encontrar y activar todos y cada uno de los nervios de mi vagina. Nunca antes había sentido mi coño tan mojado como lo sentía en ese momento. el hombre comenzó a follarme con penetraciones largas y profundas, y mi coño respondía poniéndose más y más húmedo.

 

Parecía que nadie prestaba atención a mi intensa respiración y a mi frente empapada de sudor. Mi móvil vibró y el mensaje ponía: “Estoy en el bar, ¿dónde estás?

 

En aquel momento ya no podía ni pensar, así que responder el mensaje no era una opción. Miré alrededor y finalmente vi a mi marido al otro lado del bar. Sus ojos se encontraron con los míos.

 

Pude ver su cara de confusión y preocupación. Estaba convencida de que desde donde estaba podía ver un ligero movimiento hacia delante y hacia atrás. Sabía que mi cara me delataba, además, al estar mordiéndome el labio, él sabría que algo pasaba, pero no podía dejar que se enterara de exactamente qué era.

 

De repente, dos grandes manos me cogieron de los hombros. El hombre se había dado el permiso de agarrarme mientras me penetraba una y otra vez, haciendo que aquel polvo fuera más obvio para cualquiera que mirara. Eso incluía a mi marido, que veía cómo mi boca se abría, mis ojos se cerraban y mi cuerpo se movía con cada empujón.

 

Mi cabeza sólo podía pensar en aquella polla que seguía tocándome de formas increíbles y mandando señales de éxtasis a través de cada nervio de mi vagina. Volví a centrar mi atención justo a tiempo de leer los labios a mi marido diciendo: “Aguanta, ya voy”.

 

Pareció sorprendido y se quedó helado cuando fijé mis ojos en los suyos y sacudí la cabeza: “No”.

 

Sabía que estaba mal, pero no quería que parase. La idea de que era una buena esposa había desaparecido . La única cosa en la que podía pensar y sentir era el deseo hedonista de tener aquella enorme polla regalándome un orgasmo apoteósico. Ya no me importaba donde estaba o quién se enteraba de lo que estaba pasando. Los latidos de mi clítoris sólo daban opción a un final para aquella situación.

 

Mientras el gentío del bar brindaba y bebía, la música sonaba fuerte y el extraño usaba su polla para ponerme al límite del clímax. Sabía que mi marido estaba al otro lado del bar mirando, mientras yo comenzaba a perder el control sobre mi cuerpo.

 

Con cada penetración fuerte, mis caderas comenzaban a empujar igual de fuerte hacia atrás. Cada centímetro de su gran polla llegaba muy dentro de mi vagina y mis piernas comenzaban a sacudirse. podía sentir que el orgasmo llegaba desde mis dedos de los pies, subía por mis muslos e inundaba todo mi cuerpo, desde mi clítoris hasta el pecho y haciéndome soltar un grito de placer que, por suerte, pasó desapercibido con el ruido de la gente.

 

Por un momento no podía ni respirar. Entonces una calma llenó mi pecho y el calor sacudió mi coño. Me quedé lo más quieta que pude, sintiendo su polla dar espasmos entre los labios hinchados de mi coño. Entonces tuve un instante para sentir el vacío de aquel hombre retirando su polla de mi bien follada vagina, antes de volver a subirme el bikini.

 

Me giré para mirar, pero todo lo que conseguí´ver fue la espalda de un hombre apresurándose para alejarse, mientras la gente ocupaba el espacio donde estaba. Traté de recomponerme lo mejor que pude, pero, mientras luchaba por llegar al otro lado del bar, comencé a sentir preocupación.

 

Cuando me acerqué a mi marido, sólo pude decir: “Lo siento”.

 

Me miró de arriba a abajo. Yo aún tenía la respiración agitada y estaba sudorosa. Él cogió una servilleta de la barra y me la dio diciendo: “igual quieres limpiarte la corrida que te está bajando por la pierna”.

 

Cogí la servilleta y rápidamente me limpié el semen del muslo. Lo miré y dije: “No sé lo que me ha pasado”.

 

Sorprendentemente, él se inclinó hacia delante, me puso las manos en el culo y dijo: “Tengo la polla durísima, así que espero que tengas ganas de más”.

 

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