Yo estaba cachondo y un chico gay me comió la polla. Me encantó.
Yo no sabía que era homosexual hasta que tenía 17 años. Crecí en un barrio complicado en las afueras de Madrid. El sexo era una locura, no había reglas. Muchos chicos del barrio dejaban que chicos queer de la zona les hicieran mamadas. Y, aunque ocurría constantemente, no era un tema importante para nadie. No se hablaba de ello, quizás sólo cuando el cura de la iglesia del barrio daba un sermón sobre ir al infierno por correrse en la boca de alguien.
Claro que había educación sexual en el colegio, pero no servía para nada. Era un montón de chorradas lo que explicaban. Cada cinco minutos te dicen que te pongas un condón cuando practiques sexo. Y me pregunto ¿para qué? Coño, a mi me gusta sentir esa boca que me come la polla cuando me la están chupando. ¿A quién no? Además, no puedes hacer que alguien se coma tu semen si tienes una funda de goma puesta en el pene. Para mi era importante, dar mi semen a quien estuviera teniendo sexo conmigo. Mi educación sexual se producía en la calle. Aprender a base de hacer, es la forma que a mi me funciona.
Es como si yo fuera adicto al sexo, necesito correrme todos los días, más de una vez al día. En general me llevo bien con chicas. Tengo una buena polla y sé cómo usarla. A las chicas les gusta cuando sabes tratarlas como se merecen y les tocas los puntos que les excitan a ellas. Yo solía darles placer, hacerlas sentir bien, así que me parecía que era hetero. Algunos de los colegas con los que salía no paraban de decirme que debía probar la sensación de tener a un homosexual comiéndome la polla. En aquel momento asumí que como ellos no podían conseguir chicas con las que tener sexo, pues que dejar que un hombre gay les chupara la polla era mejor que nada. Al fin y al cabo, hacerte una paja no da tanto de sí.
Como he dicho antes, necesito correrme muchas veces. Así que un día finalmente pasó lo que tenía que pasar. Yo estaba cachondo, no sé por qué estaba especialmente cachondo ese día, y tenía la polla muy dura. Estaba sentado en unas escaleras que había frente al edificio de viviendas donde yo vivía. Entonce svi cómo a lo lejos se acercaba alguien caminando. Era Quique quien bajaba por la calle, un tío atractivo al que todas admiraban, pero todos sabíamos que era gay. Yo estaba cachondo y necesitaba una mamada. Y él era muy promiscuo. Era el momento perfecto para los dos.
“Hola Quique, qué pasa tío, ¿tienes planes?” Le pregunté, sin ocultar el pene erecto que se intuía tenía entre mis piernas, abultando mis pantalones cortos. yo quería que él lo notase, y sus ojos se fijaron en mi entrepierna. Entonces miró hacia arriba de nuevo, sonrió y yo continué hablando: “Nunca me ha comido la polla un tío , creo que me gustaría saber cómo se siente. He oído que tú comes pollas. ¿Te apetece?”.
Tardó un poco en contestar. Quizás no estaba acostumbrado a que fueran tan directos con él. Cuando se trata de sexo no me gusta dar rodeos. He comprobado que se consigue más si dices lo que quieres directamente. Había visto a Quique mil veces, pero nunca me había fijado en lo guapo que era. Quizás porque todas esas veces no había tenido interés en que me comiese la polla. Era alto y delgado, con músculos algo marcados en sus brazos, pelo castaño, ojos azules y tenía un pequeño toque femenino. Yo podía sentir cómo mi pene se iba poniendo más duro, y entonces me di cuenta, me estaba poniendo cachondo por un chico.
Bajamos juntos al sótano del edificio. Yo estaba de pie junto a la pared del fondo, fuera del alcance de la vista de alguien que bajase por las escaleras. Me estaba preparando para sacármela cuando Quique se puso de rodillas delante de mí.
Tocó el bulto que tenía entre las piernas suavemente, pasando su mano por mi pola de arriba a abajo por encima de mis pantalones. Me pareció oír un pequeño gemido y miró hacia arriba sonriendo.
“Bonita, muy bonita”, dijo.
“Sí, muy muy bonita, preciosa”, siguió diciendo mientras acariciaba mi polla, palpándola con su mano y explorando su forma y su tamaño.
Nunca tengo prisa por correrme, lo importante es llegar a ello. me desabrochó el cinturón, bajó la cremallera de mis pantalones y metió la mano dentro de ellos, tocándome a través de mis calzoncillos de algodón. La cabeza de mi polla asomó por encima de ellos y él me dio una áfaga de placer inesperado al pasar su dedo por mi glande. Yo respondí acariciando suavemente su pelo. Él respondió besando la punta de mi pene y comenzando a hacer trabajar su lengua y sus labios.
Quique me bajó los pantalones y los calzoncillos, dejando completamente al descubierto mi pene de 17 centímetros, totalmente erecto. Movió su lengua y sus labios de arriba a abajo, haciendo que me dieran escalofríos, especialmente cuando me daba suaves mordiscos con sus labios en el glande. No podía creer que me la estaba chupando un chico. No podía creer tampoco lo mucho que me estaba gustando que un tío me estuviese haciendo una mamada. Y no podía creer que hubiera tenido una erección por un tío. Pero es lo que había pasado, y me gustaba. Me gustaba mucho.
Miré hacia abajo y vi cómo Quique se había sacado la polla fuera. Estaba empalmado también. Parecía medir unos 16 o 17 centímetros, y se notaba que la tenía durísima. Me gustaba mirarla. Entonces él bajó una de sus manos y comenzó a hacerse una paja al mismo tiempo que tenía mi polla en su boca. Oh, joder, era como estar viendo una peli porno gay. Él me chupaba y me pasaba la lengua por la polla, tirando de la punta con sus labios cerrados alrededor de ella, justo por debajo del glande. Se notaba que le encantaba tener mi polla en su boca. Y yo no podía evitar gemir de placer. ¿Cómo podía ser que estuviese disfrutando tanto de esa felación? Sentía que estaba más excitado que nunca.
Poco a poco Quique fue metiéndose la polla más dentro de la boca. Se la metía un poco más y seguía moviendo su lengua y sus labios para darme placer, de una forma que yo nunca había experimentado antes. Podía oír cómo gemía cada vez que la metía más dentro, demostrándome así lo que era capaz de hacer. Entonces volvía a besar y lamer la polla mientras me acariciaba los huevos, tocando mis testículos de la forma más erótica que jamás había vivido. Entonces sus manos fueron a mi polla y su boca se centró en mis testículos afeitados.
“Oh, preciosa”, susurré. Y me di cuenta de que había llamado a un tío “preciosa”, a un chico más alto que yo, con una polla tan grande y tan dura como la mía. Pero no me importó, en ese momento para mí de alguna forma tenía sentido.
Ya llegaba el momento, estaba a punto de llegar al orgasmo. Aparté la cabeza de Quique de mis testículos, guiando sus labios hacia la punta de mi pene. Él abrió la boca y empezó a chuparme la polla, lo hacía de forma muy energética, sabiendo que tenía que darlo todo para el momento de culminar este encuentro inesperado. Así que siguió subiendo y bajando los labios por mi pene hasta que unos segundos después consiguió llevarme hasta el orgasmo.
“Oh, sí. Así, sigue, voy a corr…”, intentaba decir yo casi sin aliento. “Voy a corrermeeeee”.
Comencé a disparar semen en su boca. Parece que me corría sin parar. Mi corrida fue tan grande y mi cuerpo soltó tanto semen que se le salía de la boca. Cuando finalmente saqué mi polla, él se tragó todo el esperma, y al mismo tiempo al estar masturbándose se estaba corriendo él también.
A veces, simplemente lo sabes. De repente, tienes claro algo que nunca jamás te habías planteado. Yo sabía exactamente, que aquel momento y aquel lugar marcaban el comienzo de mi nueva vida sexual con chicos. Era mi primera experiencia sexual gay, la primera de muchas durante mi vida.