Castigo sexual a una adolescente en el instituto

Marisol tenía 16 años. Era una chica muy atractiva, medía alrededor de 1,65 y tenía una melena larga rubia y rizada, que brillaba de una forma espectacular. Sus ojos eran azules y tenía un cuerpo estupendo, con piernas y abdomen delgados, y una tetas preciosas. En fin, estaba muy desarrollada para su edad y los hombres ya giraban la cabeza para mirarla por la calle. era virgen, pero ya había descubierto lo divertido que era explorar su cuerpo y masturbarse cuando estaba en casa sola.

Odiaba la escuela con todas sus ganas. Allí se aburría enormemente y no le interesaba en absoluto lo que contaban sus profesores. Lo único que le mantenía despierta en clase era el profesor de biología, que estaba buenísimo. Aunque Marisol sabía que su profesor era demasiado mayor para ella, ya que tenía alrededor de 40 años, podía intuir que había sido enormemente sexy y atractivo cuando era joven.

Su nombre era Silvio. Tenía unos ojos marrones con mirada muy intensa, pelo algo alborotado castaño, solía llevar barba de un par de días y medía alrededor de 1,80. En cuanto a su cuerpo, no tenía la barriga típica de otros hombres de su edad. Al contrario, se notaba que practicaba algún deporte, se le veía en forma.

En la escuela todos los alumnos debían llevar uniforme. Y a Marisol no le gustaba llevarlo, por lo que buscaba el límite desabrochándose la camisa más de la cuenta o colocándose la falda más arriba en la cintura para que le quedase más corta, o directamente cambiándola por otra del mismo color pero más ajustada. A veces se ponía un sujetador negro push up que destacaba sobre la blusa semitransparente, y al dejar la mitad de los botones sin desabrochar, hacía posible una generosa vista de sus tetas y su lencería.

Estaba en clase de matemáticas y su profesor le pidió quedarse un momento cuando sonase el timbre.

“Esta es la última vez que voy a decirte esto. ¡Esa no es forma de llevar el uniforme! Te vas a quedar castigada después de las clases y si no te lo recolocas y pones bien, entonces tendré que hablar el asunto con tus padres”.

Marisol le miró, suspiró y, sin siquiera hacer un amago de defenderse o rebatir al profesor, se dio media vuelta y se fue.

Esa tarde, Marisol entró en la sala de castigo 10 minutos después de que las clases hubieran terminado. Al ver que no había nadie allí, tuvo la pequeña esperanza de poder irse a casa y no tener que quedarse allí. Suspiró aliviada y se dirigió de nuevo hacia la puerta. Pero tuvo que detenerse al oír una voz grave y sexy desde el otro lado del aula.

“¿Así que al final has decidido venir?” dijo la voz sexy.

Marisol se giró despacio hacia el lugar desde donde venía esa voz, e inesperadamente se encontró a Silvio, el profesor sexy de biología, sentado en una silla frente a una pila de papeles. Ni siquiera estaba mirándola, manteniendo su mirada concentrada en uno de los exámenes que tenía aún que revisar y calificar. Entonces ella se preguntó de dónde había salido y por qué no le había visto antes, y se acercó despacio y se sentó al frente de la clase. Entonces él sí levantó la cabeza, miró hacia ella y sonrió. Tenía una sonrisa maravillosa. Marisol se alegró pensando que al menos tenía buenas vistas para pasar el rato de castigo.

Habían pasado unos 15 minutos, y Marisol no podía dejar de tener sus ojos puestos en el atractivo profesor que tenía delante. Además, sentía curiosidad por saber cuál sería el tamaño del pene que tenía dentro de esos pantalones vaqueros tan ajustados que solía llevar. Su imaginación se dejaba llevar por pensamientos de tener un encuentro sexual y perder la virginidad con su profesor. Y pensar en todas esas opciones de liarse con él y tener sexo juntos había hecho que se pusiese colorada como un tomate y no podía evitar excitarse con aquellas ideas.

Giró su cabeza hacia un lado para intentar pensar en otra cosa, y se dio cuenta por el rabillo del ojo, de que Silvio se había agachado y estaba mirando su falda y sus piernas por debajo de la mesa. Pensó que probablemente había podido ver parte de su ropa interior y eso la excitó aún más. Así que, muy lentamente, llevó su mano hacia su entrepierna y con sus dedos, comenzó a acariciarse despacio y suavemente el clítoris, como si él no estuviese allí. Después de unos segundos, soltó un pequeño y sutil gemido, que fue suficiente para llamar de nuevo la atención del profesor, y entonces vio cómo él abrió los ojos como platos y no sabía cómo disimular su reacción a lo que estaba viendo. Ella sí notó que su polla se empezaba a levantar poco a poco y a hacer presión contra los pantalones.

Él se levantó de su sitio de repente, lo que hizo que ella también diera un pequeño salto y sacara su dedo del tanga, que estaba muy mojado de tan cachonda que estaba.

Ahora se había puesto nerviosa mientras observaba a su profesor buenorro dando vueltas por la clase, bastante confuso y visiblemente nervioso.

Finalmente dijo: “De acuerdo, por lo visto la sala de castigo no es suficiente para ti. Ya te han hablado mil veces que cómo se debe y no se debe llevar el uniforme”.

Marisol asintió, preguntándose qué quería decir con suficiente. Entonces él le pidió que se acercara a su mesa y ella obedeció. Él, sin dudarlo un momento, la inclinó sobre la mesa llena de exámenes y le levantó la falda, dejando a la vista su trasero, redondo y perfecto culo de adolescente, con un tanga negro que deajaba poco lugar a la imaginación del profesor. Un momento después, y sin haberle dado tiempo a reaccionar, ella sintió en su culo un fuerte dolor que duró sólo un instante. Le había golpeado con una regla gigante. Ella dejó escapar un pequeño grito y lol le dijo que debía mantener silencio.

Continuó azotándola con la regla. Lo hizo unas cuantas veces, y cada vez más fuerte, hasta que le puso el culo muy colorado. Entonces paró, le subió la falda hasta la cintura, le acarició soltando un gemido de placer y excitación, y finalmente le bajó el tanga empapado hasta los tobillos. Entonces dijo: “No vuelvas a desobedecer las reglas, ¿me oyes jovencita?”

Marisol estaba muy cachonda y sentía mucha curiosidad por ver hacia dónde les llevaba esta situación, y no pudo responder más que “Sí, señor”.

“Buena chica. Así me gusta”, le susurro al oído. Entonces le agarró del pelo y tiró de su cabeza hacia atrás con una mano, mientras le besaba el cuello, y llevó su otra mano hacia el coño de ella. Ella no pudo evitar un pequeño sobresalto de su cuerpo cuando sintió como la mano de él le acariciaba el coño y le empezaba a estimular el clítoris mientras sentía su aliento en el cuello, acelerándose  cada vez más. Nunca nadie le había metido mano y le había tocado la vulva. hasta ahora siempre había tenido sexo únicamente consigo misma.

ël entonces bajó su otra mano y en un movimiento rápido le metió 3 dedos en su coño virgen. ella dio otro grito, porque als er tan brusco le había dolido, pero por alguna razón no deseaba que parase ni sacase su mano de ahí.

Sus dedos estaban cubiertos en los fluidos vaginales que lubricaban su cuerpo y, tras meter y sacarlos unas cuantas veces a la vez que le frotaba el clítoris con la otra mano, los puso frente a la boca de ella para que los chupase.

Mientras tanto no paraba tocarle la punta del clítoris. Quería darle placer, y ella sentía tanta intensidad al saber que la mano del hombre con el que tanto había fantaseado estaba tocándola a ella, que no sabía cuánto tiempo más iba a poder aguantar así.

Ella sentía que iba a correrse y comenzó a gemir cada vez más fuerte, con su pulso acelerándose por segundos, y sintió cómo finalmente se corría, dejando lo líquidos vaginales gotear por su vagina hasta salir de ella. SIlvio, su profesor de biología de 40 años, tenía una mano entre sus piernas, cogiéndo todo el líquido que podía para posteriormente llevárselo a la boca. Tras lamerse la mano con la corrida, se puso de rodillas tras ella y le chupó el coño hasta dejarlo limpio.

Marisol estaba aún recuperándose de su orgasmo, y disfrutando de cómo la lengua de un hombre maduro atractivo recorría su coño. Y durante un minuto no pasó nada más, hasta recuperar el aliento. Y de nuevo sin previo aviso, sintió de nuevo un dolor en su vagina, al introducir el profesor su pene dentro de la alumna de secundaria. Ella sintió que aquella polla era enorme, y aunque era la primera vez que sentía un pene dentro de ella, y no había entrado de forma suave ni progresiva, estaba tan húmeda que enseguida se pudo relajar. Y pasó de un grito de dolor a un: “Fóllame profesor. Por favor, fóllame fuerte!”

A lo que él respondió:”Pequeña putita, has sido una chica mala, voy a castigarte de verdad”.

Ese comentario hizo que Marisol se pusiera más cachonda, así que él continuó frotando su clítoris desde detrás de ella. No paró en correrse de nuevo. Sentir esa mano en el coño mientras el cuerpo fuerte de su profesor la embestía por detrás hizo que el orgasmo ocurriese muy rápido. Y gritó de placer, y su coño palpitó durante un largo rato. Entonces el profesor retiró su mano y retiró su polla aún goteanto de dentro de ella. Se habían corrido juntos en aquel polvo inesperado gracias al que ella perdió la virginidad. El profesor se metió el pene de nuevo dentro de los pantalones y sentó en su escritorio para ver cómo ella se ponía el tanga y se bajaba la falda, para colocarse el uniforme de la forma más (in)decente, como a ella le gustaba.

“Adiós profesor”.

“Adiós Marisol. Espero que hayas aprendido la lección y no vuelvas a ser una chica mala, de lo contrario tendré que castigarte de nuevo”.

“Claro que la he aprendido”.

 

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