Polvazo en el ascensor de camino a una entrevista de trabajo

La mañana siguiente teníauna entrevista de trabajo muy importante, y estaba tan preocupada por no llegar tarde, que dejé todo preparado la noche anterior. Dejé el sujetador, las bragas y las medias en un montón sobre la cómoda del dormitorio y me acosté temprano. Lo primero que hice al levantarme fue ducharme y después me vestí. Me dio tiempo a peinarme y maquillarme con calma porque iba bien de tiempo. Era una oportunidad única de trabajo y quería impresionar a mi futuro jefe, así que tenía todo organizado, hasta el último detalle para llegar a tiempo. Pero no podía evitar que pensamientos nerviosos se cruzasen por mi cabeza: ¿qué pasaría si el taxi se averiaba?

 

‘Vale, no te ralles’, pensé. Llamas a otro taxi y ya está. Respira hondo.

 

Durante el camino, de repente encontramos obras en la calle. Era la peor pesadilla para el ya congestionado tráfico en la carretera que iba hacia la ciudad. Había conos por todas partes y avanzábamos despacio. Aún podía llegar, pero ya no me quedaría tiempo de margen por si surgía algún otro imprevisto.

 

Empecé a sudar y temía que se me echara a perder el maquillaje. Mi vestido rojo era bastante ajustado y corto, por lo que tenía que asegurarme de cruzar las piernas. Era corto pero estaba en el límite de aceptable para una entrevista de trabajo, y me favorecía enormemente, por eso lo había elegido. No había faltado ni una sola vez al gimnasio desde abril, y se notaban los resultados en mis preciosas piernas.

 

Entré en el edificio faltando sólo 6 minutos para la entrevista. Aún llegaría a tiempo, o incluso me sobraría algún minuto. En el email ponía oficina 63, Sr. Parreño. Le pregunté al portero y me dijo que era en la sexta planta, la tercera puerta a la derecha. Llamé al ascensor y las puertas se abrieron, entré y pulsé el botón junto al número 6.

 

Miré mi reloj. Tres minutos. No llegaría tarde. La puntualidad podía ser la gran diferencia entre yo y el siguiente candidato. Entonces el ascensor se paró en el tercer piso y se subió un hombre. Era bastante alto y muy bien vestido, con un traje gris oscuro. Tendría unos 35 años y era muy guapo. Me encantan los hombres bien vestidos, y él llevaba el traje sin una sola arruga y parecía hecho a medida para su cuerpo. Educadamente me hice a un lado para dejarle espacio él pulsó el botón para cerrar la puerta mientras yo admiraba su atractivo.

 

Imagino que sería mi sexto sentido, pero me di cuenta de que algo no iba bien. Quizás estaba demasiado cerca de las puertas del ascensor y cuando sus ojos miraron mis piernas desde los pies hacia arriba pensé: ‘Vale, chequéame las piernas, ¿por qué no?

Miré hacia abajo y entonces me di cuenta de que mi vestido se estaba moviendo. Cuando me di cuenta de lo que estaba pasando, no me dio tiempo a hacer nada, sonó un sonido de algo rasgándose y mi vestido desapareció hacia abajo, atrapado entre las puertas del ascensor. De repente yo estaba ahí de pie, en ropa interior. Y el chico me miraba con la boca abierta.

 

“¡Mi vestido! ¡Mi vestido nuevo!, exclamé.

 

“¡Joder!”, dijo el hombre, con cara de preocupación.

 

“¡Joder! ¿Qué voy a hacer? ¡Tengo una entrevista en un minuto!”, dije, desesperada e incrédula.

 

El hombre me miró y sus ojos habían cambiado de expresión y estaban disfrutando de las vistas de mi cuerpo. Claramente le llamaban la atención mis tetas, y no tenía ninguna intención de disimularlo. Yo estaba en una situación que jamás me hubiera imaginado. Llevaba puestas las bragas más pequeñas que tenía, con un lazo rosa y un sujetador a juego.

 

“¿Quién…?”

 

La pregunta del hombre fue interrumpida por el sonido del ascensor frenando entre plantas antes de llegar a su destino.

 

“¿Y ahora qué pasa?”, dije.

 

“Tu vestido, debe haber quedado atrapado en el mecanismo. Voy a…”

 

Se inclinó hacia delante para presionar el botón de alarma, pero, al acercarse su cara a la mía pausó por un momento. Miró hacia abajo para ver más de cerca mis tetas y después subió la mirada hasta mirarme a los ojos.

 

“¿Con quién tienes la entrevista?, preguntó.

 

“Era con el señor Parreño, en la oficina 63”, contesté.

 

“Soy Gerardo Parreño”, dijo.

 

“¿Quéeee?”

 

“Esa es mi oficina. Soy el gerente de Lencería Carmín. ¿Este es tu trabajo?”, dijo, señalando a mi lencería.

 

“Sí”, dije. “Es un diseño mío. He traído algunas muestras, pero las estás viendo de una forma diferente a como lo había imaginado”.

 

“Muy bonita”, dijo.

 

“¿Te gusta mi diseño?”, pregunté.

 

“Sí, pero me gusta más aún lo que tienes debajo del conjunto”, dijo él.

 

Tragué saliva. Él me miró y me pasó el dedo desde mi estómago hacia arriba hasta el espacio entre mis tetas, parando su dedo en mi canalillo.

 

“Eres una preciosidad”, dijo susurrando.

 

“¿Lo soy?”

 

“Sabes que lo eres, no seas modesta”. Dijo. Y al mirar hacia abajo no pude evitar fijarme en cómo se le estaba empalmando la polla, se notaba cómo apretaba contra sus pantalones.

 

Aquello activó mi sensualidad. No pude evitar pestañear de forma coqueta y me ajusté el sujetador, haciendo que mis tetas se asomaran más.

 

“¿No deberías pulsar el botón de alarma del ascensor?”, sugerí.

 

“Si, lo haré, en un momento. Pero primero, ¿podrías girarte? em, no sé tu nombre…”

 

“Me llamo Daniela”.

 

“Mmmm, ¿puedes darte la vuelta para verte por detrás, por favor Daniela?”

 

Me giré y le miré por encima del hombro. Estaba admirando mi culo y mordiéndose los labios, con cara de mucha excitación.

 

“Guau, vaya culo más perfecto tiene”, dijo.

 

“¿Sí?”

 

“Sabes que sí, pequeña coqueta. Apuesto que tenías planeado que tu vestido quedase atrapado entre las puertas del ascensor”.

 

“¡NO!”, protesté indignada.

 

“Ok, de acuerdo, ¿entonces no tenías intención de hacer la entrevista asi? Pues puedes dejarte las bragas puestas entonces”, dijo. Y hubo una pausa.

 

“¿De verdad? Pensé que querrías que me las quitase”, dije, mostrando mi sonrisa más sensual.

 

“Mmmmm,es que estás muy buena, eso no lo habías puesto en tu curriculum”, dijo, mientras pasaba sus dedos por las curvas de mi pecho. Noté cómo mis pezones se endurecían.

 

“Al menos los dos llegamos tarde a la entrevista”, dije mientras empezaba a desabrocharme el sujetador. El señor Parreño tocó con ansia sus pantalones y se bajó la cremallera de la bragueta. Cuando dejé caer mi sujetador, vi cómo sus ojos se iluminaban y su boca hacía una mueca de excitación. Me estaba perdiendo la entrevista, pero me estaba convirtiendo en la mejor candidata para el puesto. Y si además podía catar una polla dura en el proceso pues mejor que mejor.

 

Él se quitó la chaqueta y se desabrochó la corbata, mientras yo me bajaba las bragas. Metí la mano a través de su bragueta hasta poder tocar lo que tenía escondido en sus calzoncillos y le acaricié los huevos, masajeándolos y poniendo su pene más duro aún a través de la tela. Él cogió mis tetas con sus manos y las apretó suavemente.

 

“Son fantásticas Daniela. Tienes unas tetas de escándalo”.

 

“Gracias”,dije, mientras comenzaba a bajarle los calzoncillos lentamente.

 

“¿Puedo?”, pregunté, poniéndome de rodillas y mirándole con una mirada bastante guarra.  mi me encnataba comer pollas antes de que me penetrasen.

 

“Sírvete tú misma”, dijo.

 

Primero le acaricié la polla con los dedos. Y al mismo tiempo, le empecé a dar suaves mordiscos en la base del pene. Y estuve así, sólo calentándole hasta que por fin, me metí la polla en la boca. ël gemía todo el tiempo. Yo á ratos le lamía la punta y sonreía  mirándole a los ojos, haciendo que esta felación fuese poco a poco excitándole, sin hacerle correrse demasiado rápido. Bajé la piel de su prepucio, dejando a la vista su glande color rosa y envolviéndola de nuevo con mis labios. No la metí hasta dentro, dejé que mis labios se cerraran en torno a ella mientras mi lengua jugueteaba con la punta de su polla. Él me puso las manos en la cabeza y acercó mi cara más hacia él despacio, haciendo que más aparte de su pene entrase en mi boca.

 

Tenía toda la longitud de su pene dentro de mí, notaba cómo se iba poniendo más dura. Empecé a aumentar la velocidad de la mamada y sentí por sus gemidos que iba por el buen camino. Yo cada vez me excitaba más. mi coño ya empezaba a sentir un cosquilleo y también se iba humedeciendo hasta comenzar a gotear, con mi fluido vaginal asomándose por los labios interiores de mi coño.

 

El señor Parreño seguía gimiendo, y me pregunté cuánto aguantaría sin correrse. Así que decidí que era el momento de pensar en mí y que nos pudiésemos correr a la vez. Me puse de pie y me puse de espaldas a él, agarrándome a una de las barras que recorrían las paredes del ascensor. Hubo un gemido aún más pasional y sentí cómo su polla se frotaba con mi coño. Estaba caliente y podía sentir sus ganas de entrar dentro de mi. Sólo pensar en la idea de que me follara hizo que me pusiese más cachonda aún, sintiendo cómo goteaba aún más.

 

Me incliné más y apoyé la barbilla en mis manos, gimiendo mientras la polla de mi futuro jefe entraba en mi coño. Con el primer empujón, mi cuerpo comenzó también a hacer presión hacia atrás, para sentir que me follaba hasta bien dentro del coño. Mi vagina estaba muy húmeda y le fue fácil entrar en ella. Después de tan solo un momento follándome, tuve que morderme los nudillos porque ya estaba llegando al orgasmo. Me corrí con su polla dentro, sentí cómo me corría a chorros y disfruté de la sensación. Nunca había follado en un ascensor.

 

El señor Parreño me estaba follando como si llevase meses sin tener sexo. Podía sentir sus dedos agarrándome fuerte por las caderas y me llamaba de todas las formas posibles cada vez que me empotraba el coño. Puta, zorra, pequeña putita, etc. La verdad es que esas palabras me ponían muy cachonda, y me follaba cada vez más fuerte. Debía ser difícil aguantar sin correrse, porque yo notaba que su respiración conllevaba todo tipo de gemidos, suspiros y afirmaciones. Aguanté un poco más y sentí cómo su polla comenzaba a latir más y más fuerte.

 

“Ahhhh, Daniela, me voy a correr”.

 

Y acto seguido le sentí eyacular dentro de mi vagina, salpicando sus semen al fondo de mi coño. Se corrió varias veces, sus polla no paraba de palpitar y llenar mi vagina. Después de unos segundos, sentí cómo su pene salía de dentro, y las últimas gotas de su corrida caían sobre mi culo. Me incorporé y sonreí. Su cara estaba colorada y tenía gotas de sudor en la frente y las sienes. Entonces me percaté de que el espejo del ascensor estab empañado y olía bastante a sexo. Nos vestimos en silencio y entonces él pulsó la alarma. Los técnicos vinieron a sacarnos unos 30 minutos después.

 

Al final no conseguí el trabajo. Me dijo que conmigo le costaría mucho concentrarse en el trabajo, que sería demasiada distracción. Y tenía todo el sentido del mundo. Lo bueno es que habíamos echado un polvazo y me había dado un vale de compra de unos grandes almacenes para que pudiera comprar un vestido nuevo.

 

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