Me follo a compañera de trabajo sexy, me corro en su boca y se traga mi semen
Desde el primer día que llegué a la empresa me fijé en Carla.
Cada día, trabajando desde mi pequeño cubículo en la oficina, me fijaba en lo buena que estaba, en que era tan sexy que hacía hasta que me doliesen las pelotas. Carla tenía un cuerpo exuberante, con una larga melena pelirroja y unos labios que pedían que les comiese a bocados.
Yo trabajaba en un extremo de la oficina, pero tenía la suerte de estar no lejos de los baños, por lo que tenía la suerte de ver cómo se contoneaban todos los culos de las compañeras macizas de la oficina. La mayoría eran tías buenorras jóvenes y a las que les encantaba llevar minifaldas, a veces incluso demasiado cortas para ir a trabajar, aunque yo no tenía idea de ir a quejarme a nadie, al contrario, se me iban los ojos cada vez que oía unos tacones acercándose, y era lo que amenizaba aquellas aburridas mañanas entre papeles.
Pero volvamos a Carla. Fijándome en los tops ajustados que normalmente lleva, yo creo que sus tetas son copa B. Y su culo, es el de una diosa. A veces aprovecho a ir a por un café cuando ella sale del baño para poder seguirla y mirarle el culo más tiempo.
Yo estoy casado, así que en principio me conformaba con decir un tímido hola y una pequeña sonrisa, pero empecé a masturbarme todas las tardes en la ducha pensando en follarme a mi compañera de trabajo. A veces me la imaginaba en tetas en la playa, o sin la parte de abajo del bikini y no podía evitar ponerme super cachondo.
Un día Carla se acercó a mi mesa y se sentó en ella, con sus largas piernas y casi se le veía el coño, con la falda tan corta que llevaba. Me preguntó si nos veríamos esa noche. Yo me puse rojo y me quedé en blanco. Había olvidado que teníamos un evento al que todos debíamos acudir, íbamos a celebrar la cena de navidad de la empresa. Entonces me imaginé bailando con ella, frotando sus tetas contra mi pecho, con mi pene duro acercándose a su coño totalmente depilado. “Sí, sí, claro”, contesté finalmente. Ella sonrió y me indicó que en esas fiestas solía “desmadrarse la cosa”. Carla se alejó y yo tuve que ir al baño a hacerme una paja para quitarme el calentón de haber tenido su coño tan cerca de mi cara y haberme imaginado en esa escena erótica.
A las 8 entré en el hall del evento, todas las compañeras que iban en minifaldas sexys al trabajo habían añadido tops ajustados y con mucho escote a su look, algunas iban sin sujetador, y a muchas se les notaban los pezones duros, así que el sitio era un paraíso de tetas miraras a donde miraras. La noche prometía.
En seguida se acercó Nacho, un compañero de trabajo, con una copa de cava. Se notaba que estaba empalmado, había tantas tías buenas alrededor, que era casi imposible no estarlo. “En una hora empiezan los chupitos gratis” me dijo. Y se alejo bailando.
Mi mujer se había ido unos días a visitar a su madre, así que no había problema en llegar tarde o borracho. Me bebí la copa de un trago y me acerqué a saludar a Carla, que me miraba de una forma seductora.
Al acercarme ella me cogió del culo y me dio un beso en los labios. Parece que ya llevaba un par de copas y tenía ganas de flirtear, o ¿quizás de follar? No podía creer lo que estaba pasando. ¿Mi fantasía sexual con mi compañera de trabajo se iba a hacer realidad?
Entonces me dijo que después del discurso del jefe podíamos vernos un momento en el apartado VIP.
Durante ese discurso, no podía dejar de mirarla y desnudarla con la mirada, ella era tan sexy, con unas tetas imponentes, un culo perfecto y unos labios que prometían hacer unas mamadas de escándalo. Al terminar, cogí dos chupitos y me fui a la zona VIP.
Carla llegó y sin decir palabra me cogió de la polla, que estaba tan dura y erecta que le hizo soltar un pequeño gemido de ganas de sentir mi polla dentro de ella.
“Me pones muchísimo, Carla”.
Se notaba que ella también estaba cachondísima. Le quité la camiseta y empecé a besarla por todo el escote y chuparle las tetas, los pezones, dios, que calentón, era la mujer más sexy del mundo. Le subí la minifalda hasta la cintura y le retiré el tanga hacia un lado para poder tocar su culo perfecto y tocar con los dedos su ano. Joder, este iba a ser el mejor polvo de mi vida.
La cogí del culo y de un salto se enroscó en mi cintura, así que aproveché para llevarla al sofá. Me senté con ella encima de mi y seguí comiéndole las tetas, bonitas, redondas, con unos pezones enormes, y que ella no paraba de juntar una con otra apretando con sus manos. Era definitivamente la tía más sexy y más caliente con la que había tenido sexo en mi vida.
Entonces me miró fijamente y me preguntó si podía hacerme una mamada, me quería comer la polla. ¡La tía más buena del mundo! Acercó un momento sus pechos perfectos a mi cara para que los succionara brevemente antes de bajar para comérmela. Al tener mi polla frente a su boca, levantó sus ojos marrones y me sonrió, abriendo la boca y metiendo mi pene hasta dentro. “Chúpamela zorra” me salió decir, y ella gimió y empezó a mover su lengua y su boca a una velocidad y con una intensidad que me estaban volviendo loco, cachondísimo. Sentí sus dientes rozando mi piel, mi prepucio estaba en el paraíso de las mamadas. Me recliné hacia atrás y empecé a gemir, al tiempo que mi respiración se aceleraba. La chica más guapa y sexy de la oficina me estaba chupando la polla, increíble. Esos labios gruesos, esa boca que semi abierta era la fantasía de cualquier hombre me estaban haciendo una mamada. Ella continuaba y continuaba chupando. Yo estaba a punto de llegar al orgasmo.
“Voy a correrme”
A lo que ella respondió: “Adelante, córrete en mi boca” y siguió chupando como si llevase meses y meses deseándolo.
“Joder, vamossssss” y me corrí en su boca. Mi semen se mezcló con su saliva, ella tragó y aún estando de rodillas, levantó la vista, y, con una mirada seductora me dijo:
“Sé que llevabas meses deseándome. Hemos tardado demasiado en hacer esto. Espero que no tardemos tanto en repetirlo. Otro día quiero follarte.”
“¿Cómo que otro día? ¿Nos vamos a mi casa? Quiero follarte entera hoy,una y otra vez”
Aprovechamos que había una salida de emergencia para salir sin que os vieran los demás compañeros del curro, cogimos un taxi y, sin que me diese tiempo a procesar todo lo que estaba ocurriendo estábamos en mi dormitorio.
“Fóllame, fóllame ya”, me pidió Carla.
Se tumbó en la cama, se abrió de piernas mostrándome el coño a través de su tanga de lencería blanco, tan pequeño que se le veía todo. Tenía el coño rasurado, y jugueteaba con sus dedos, acariciándose la vulva mientras se mordía el labio de una forma increíblemente sensual.
No tardé muchos segundos en que se me empalmara el pene, así que me quité los pantalones y los calzoncillos. MI pene la penetró y los dos exhalamos al unísono.
Automáticamente mis caderas comenzaron a moverse y empujar, para meterle la polla bien dentro. Ella me agarró el culo y me clavó sus uñas en las nalgas. La intensidad de mis movimientos fue aumentando. Le agarré las manos, las puse por encima de su cabeza y las sujeté con firmeza. Ella dobló sus rodillas, llevó las piernas hacia su pecho y eso hizo que sintiera que la estaba penetrando hasta el fondo. Mi pene estaba follándose a la mujer más sexy del planeta.
“Joder Iván, sigue, fóllame fuerte.”
Mi espalda y mi polla se tensaron más incluso. Y la penetré con la fuerza de un toro. Segundos antes de correrme saqué la polla de dentro de ella y apunté a sus tetas, que no paraban de moverse y botar de un lado a otro con tanto empuje. Di en el blanco. Una capa blanquecina de lefa salió y cayó sobre sus pechos. La miré y le guiñé un ojo. Ella me miró, me sonrió mientras se sentaba y me cogió el pene. Lamió la punta de mi polla, se relamió los labios y se tragó las últimas gotas de semen.
La imagen de mi corrida sobre sus tetas no la olvidaré jamás, de hecho, me he masturbado muchas veces recordando ese momento.