
Empecé la fiesta sin bragas ni sujetador y terminó en una gran orgía con todos follando.
Iba con mi marido en el coche. Él iba conduciendo y yo sentada en el asiento de copiloto. Estábamos de camino a casa de nuestros amigos Vera y Toni, para asistir a una fiesta, pero todavía nos quedaba un rato para llegar.
Mi marido y yo llevábamos varios días sin coincidir mucho en casa esa semana, y yo ya tenía ganas de sexo. Llevaba puesta una minifalda de esas que tanto le ponen, así que se me ocurrió levantarla para mostrar mi pierna desnuda, de forma que casi se me veía el coño.
Cuando paramos en un semáforo, mi marido Miguel miró hacia mí y al verme se sobresaltó, al no esperarlo y dijo “¡María! ¿qué estás haciendo?”
“Quiero que sepas que no llevo bragas. Y que, quiero que me metas mano cada vez que bailemos esta noche, ¿vale?
Su cara cambió de pensar en su mujer sin bragas, y con una mirada pícara asintió y dijo: “Coño, me encantaría… Pero, ¿quieres que todos se den cuenta?”
“Depende de lo que haya bebido. Si estoy borracha no me importa que me vean desnuda.”
“¿Cuánto tienes que haber bebido para que no te importe que se den cuenta?”
“Creo que una o dos serán suficientes”
María tenía un fetiche voyeur. Le encantaba provocar a los demás, y no tenía complejos en cuanto a su sexualidad o a la hora de que la vieran desnuda.
“¿Crees que soy un poco zorra?”
“Claro que sí. Y me encanta estar casado con una zorra”
Cuando llegaron a la fiesta, vieron que había dos parejas a las que no conocían.
Silvia era la hermana pequeña de Vera, que había venido a la fiesta con su novio Pedro. Eran una pareja muy atractiva, pero bastante jóvenes, casi ni se les podía considerar adultos. Y Fede era un amigo de Toni, que había traído a su amante Susana. También eran una pareja atractiva, y tenían más o menos nuestra misma edad.
Al principio estuvimos todos sentados, comiendo, bebiendo y teniendo conversaciones varias sobre comida, cine y los bares de moda de nuestra ciudad. Y, sin ni siquiera planearlo, todas nuestras conversaciones terminaban siempre hablando de sexo.
Tras un rato de charla amena y, tras haber bebido todos un par de copas de vino, Vera se dirigió a poner música y sacó a su marido Toni a bailar. Yo también me animé y le hice un gesto a Miguel para que se uniera a mi. La música era muy animada, así que era fácil dejarse llevar por el ritmo y bailar por todo el salón.
Mi falda era muy corta y con mucho vuelo, de modo que mostraba mi culo y mi coño a cualquiera que estuviese mirando. Cuando Miguel se dio cuenta de eso, siguió dándome vueltas y haciéndome girar casi todo el tiempo, todos podían verme el culo y el coño. Hasta que finalmente tuve que agarrarme a él y abrazarlo porque todo me daba vueltas.
Para entonces yo creo que llevaba por lo menos tres o cuatro copas de vino, y me daba bastante igual lo que había estado mostrando. Además, el aplauso que nos dieron al terminar de bailar nos sugería que todos habían disfrutado el espectáculo.
Después, sonaron un par de canciones más lentas, en las que Miguel y yo habíamos bailado más abrazados y acaramelados, y que él había aprovechado para introducir su dedo en mi vagina, haciéndome un dedo al ritmo de la música. Cuando comenzó la siguiente canción, también lenta, Fede se levantó de su asiento y se acercó a Miguel, tocándole en el hombro para consultar si podía bailar conmigo.
La verdad es que yo ya estaba a punto de tener un orgasmo, y no quería que ese dedo mágico parase. Pero Miguel se retiró dejando paso a Fede. No me dio tiempo casi a sentir la decepción cuando en seguida Fede me cogió por la cintura y su dedo fue directo a mi coño y lo introdujo en mi vagina.
“Dios, qué húmeda estás… Se veía cómo estabas disfrutando de tener los dedos de Miguel en tu coño mientras todo el mundo os miraba”.
“¿Estábais todos mirándonos? Yo sólo estaba pendiente de la música tan bonita y los dedos mágicos de Miguel. De hecho, estaba a punto de correrme y llegar al orgasmo justo cuando se acabó la música. Por favor, tú no pares de follarme con tu dedo. Estoy muy cachonda”.
Entonces no puede resistirme, me agarré a su cuello y comencé a besarle. Nuestras lenguas estaban jugueteando y yo no podía sentirme más excitada. Si ya Miguel metiéndome mano delante de toda esta gente me ponía a cien, sentir cómo este hombre que apenas acababa de conocer me metía mano, me ponía a mil. Era incluso más excitante. En pocos minutos me corrí, sin disimular, jadeé tan fuerte que todos se enteraron.
“Oh, dios, sigue, sigue, vaya corrida, ohhh”
Tras unos instantes, la intensidad del momento bajó, y me sentí ruborizada al mirar alrededor. Todo el mundo sonreía, me animaba y aplaudía.
Busqué a Miguel con la mirada y vi que se había puesto a bailar con Susana (la pareja de Fede). Estaban bailando muy pegados y ambos aplaudían mi momento con Fede. Entonces, volví a mirarle a él y me di cuenta de que él me había proporcionado placer, pero que yo no había hecho nada por él. Sentía que quería devolverle lo que me había hecho sentir.
“Fede, querido, ha sido un momento maravilloso. ¿cómo podría agradecértelo?”
Y sorprendentemente mi madrid, que había escuchado mi pregunta, respondió en nombre de Fede: “Pienso que lo mínimo que podrías hacer por él es hacerle una felación”.
“¿Cómo? ¿Aquí delante de todos? Me daría mucha vergüenza”.
“Cariño, si todo el mundo ha disfrutado viendo cómo te corrías, ¿por qué crees que no disfrutarían viendo cómo le haces una mamada a Fede?”
María miró a su alrededor y todos sonrieron y asintieron. Entonces a Miguel se le ocurrió preguntar si todos querían verlo o si había alguien que prefiriese no ver a su mujer dándole placer a Fede de esa forma.
Algunos aplaudieron y otros volvieron a asentir con sonrisas pícaras. Como Susana no había dicho nada, María fue a preguntarle si le parecía bien que otra mujer le practicase una felación delante de ella.
“Claro, adelante. No hay ningún problema. Pero sé que eso me pondrá cachonda a mi, así que espero que haya algún voluntario que me ayude a correrme yo también”, indicó ella.
Así que, tras haber comprobado que todo el mundo estaba de acuerdo, parecía que no había otra opción que devolverle a Fede lo que había hecho él por mi.
“Vale, de acuerdo”, añadí. Y comencé a desabrochar su cinturón, a bajarle la cremallera y después los pantalones y por último los calzoncillos, hasta que los tenía a la altura de los tobillos.
La cara de Fede era un puzle, pero su polla se veía que sí tenía ganas de fiesta. Así que me arrodillé, terminé de sacarle los pantalones y observé durante un instante su enorme pene excitado.
Por aquel entonces, Miguel y yo llevábamos juntos 8 años, 3 de ellos casados. Y desde que empezamos a salir yo no había estado con nadie más, y hasta donde yo sé, él tampoco se había acostado con otra mujer. Además, la primera mamada que hice en mi vida fue a Miguel, así que la suya era la única polla que me había metido en la boca. Y desde entonces él me había asegurado muchas veces que ya era toda una experta en el tema. Así, que me sentí con seguridad para proporcionarle a Fede un momento memorable. Abrí la boca y me introduje su pene, tan duro como una roca. Le hice todas las cosas que había aprendido con Miguel, los dos estábamos muy cachondos. Y en cuestión de 5 minutos, me estaba tragando su corrida, tras decirme él que ya estaba llegando.
“¡Sí, joder, María! Ahhhhhhh”.
Tengo que admitir que me sorprendió enormemente no recibir aplausos esta vez. Pero miré alrededor y me di cuenta de por qué. Mi marido estaba con Susana, la mujer de Fede. Ella estaba inclinada hacia delante, apoyada en el respaldo de un sillón, y se la estaba follando por detrás. Sus medias estaban en el suelo junto a ellos, y su falda estaba levantada a la altura de la cintura.Vera se estaba follando a Pedro en el suelo, cabalgándole como una diosa. Y Toni y SIlvia estaban en el sofá, ella encima de él, con su polla en la boca y él con la lengua en su coño. ¡Todos se estaban follando a la pareja de otros!
“Increíble. ¡Mi primera orgía!”. Pensé. Y me di cuenta que me estaba pareciendo la noche más divertida que había pasado en mi vida.
Todo era tan excitante y me ponía tan caliente y cachonda, que me quité la falda, me saqué la blusa y busqué la mirada de Miguel y su reacción al ver que esa noche tampoco llevaba sujetador. Pero justo en ese momento, tenía su plla metida en el coño de Susana y su mirada me decía que estaba a punto de correrse, así que entendí que no podía fijarse en mis tetas en ese momento.
Extrañamente, me estaba poniendo a mil ver con mi amado marido disfrutaba de esa forma tan salvaje con Susana. Y en ese instante, escuché cómo Vera y Pedro se corrían a la vez. Sus gemidos y gritos hicieron que Toni y Silvia levantaran un segundo su cabeza y cambiaran de postura, lo que me animó a acercarme a ellos, coger la polla de Toni y empezar a chupársela, por lo que Silvia decidió empezar a tocarme las tetas mientras se masturbaba. En tan sólo un par de minutos, ella gimió de placer mientras no paraba de chorrear. Y yo aproveché el cambio de momento para girarme y ofrecerle a Toni mi vagina y mi culo. Él, con una sonrisa enorme dibujada en su cara, aceptó la invitación y, tras metérme su polla en el coño unas cuantas veces, aprovechó la ocasión para cambiar de objetivo y follarme también por el culo.
“Oh, sí, Toni, ¡fóllame mucho!
Y, dios, claro que lo hizo. Entró poco a poco, y en seguida tenía el camino despejado para entrar y salir las veces que quisiese. Y, lo mejor de todo, es que no se olvidó de darle algo de alegría a mi vulva, tocándome el clítoris con una suavidad y a la vez sensualidad de infarto.
“¡Voy a correrme María!”
“Sí Toni, vamos ¡yo voy a correrme también!”. Y los dos explotamos en un momento de éxtasis total.
Cuando comencé a recuperarme del orgasmo, miré de nuevo alrededor, y todos los que estaban en ese salón habían cambiado de nuevo de pareja sexual. Y de nuevo, me sorprendí a mi misma, cachonda por ver a mi marido con otra mujer. “¿Resulta que ahora nos va el rollo swinger?” pensé.
De repente, Miguel debió sentirme observándolo, y me echó una breve sonrisa, antes de volver a concentrarse en esa tía buena que tenía entre manos y que se estaba follando delante de todos.
Pedro y Susana también estaban ya terminando su folleteo, retorciéndose de placer y corriéndose en el sillón. Cuando recuperaron el aliento, no podían parar de sonreír.
“Increíble chicos, vaya pasada todo esto, cuánto sexo en grupo ¿no?”. Preguntó Susana mirándonos.
“Uf, ya ves, la noche más salvaje de mi vida. Parece que me gustan las orgías”. Respondió Pedro. Y todos comenzamos a reírnos.
Nos servimos otra copa de vino, y seguimos charlando desnudos, mientras los demás iban terminando de follar y uniéndose a nosotros. Después de unos minutos de comentar lo sucedido, Vera tuvo la genial idea de repetir el encuentro en su casa una vez cada mes, y desde entonces, no hemos faltado ni una vez, todos los meses nos toca orgía con amigos.