
Me follo a la mejor amiga de mi hija, después de ponerme cachondo mirándola en bikini en la piscina
Una de las cosas más difíciles que he hecho en mi vida ha sido ser padre soltero. Lamentablemente mi mujer Soraya falleció cuando nuestra hija Lara era muy pequeña. Así que en los últimos años he tenido que dedicar todo mi tiempo y esfuerzos en criarla, y por eso, no he tenido la oportunidad de salir y conocer a otras mujeres.
Cuando Lara ya era toda una mujercita, empezó a invitar a su amiga Ana a quedarse a dormir en casa. Se habían conocido en la escuela de primaria, y tras años yendo juntas a clase, se habían convertido en amigas inseparables. Un día, Lara vino con ella a la sala de estar, donde yo estaba leyendo y me preguntó si se podía quedar a dormir.
“Por supuesto cariño, no veo por qué no. Pero llamad a sus padres para avisarles”, contesté. Al fin y al cabo era viernes y a las dos les hacía mucha ilusión.
Recuerdo perfectamente esa primera noche que Ana pasó con nosotros. Lllevaba unos vaqueros cortísimos, y una camiseta muy ajustada, con la que se intuía perfectamente la forma de sus senos. Además, hubiera sido imposible no fijarme en que no llevaba sujetador puesto.
“¡Gracias papá!”, dijo Lara dando saltitos de alegría, y las dos salieron de la sala de estar riéndose y cuchicheando.
Más tarde, preparé una limonada con hielo, ya que era una calurosa tarde de verano. Avisé a Lara y a Ana por si querían venir a tomarla fuera. Y fui a cambiarme de ropa para ponerme el bañador e ir a refrescarme a la piscina. Me entretuve un rato porque recibí una llamada telefónica.
Cuando llegué al jardín, pude observar cómo las dos amigas estaban sentadas al borde de la piscina. Cada una con su vaso de limonada. Lara llevaba puesto su bikini amarillo, que le queda tan bonito con su piel tan bronceada ya a estas alturas del verano. Quizás suene algo incorrecto, pero no puedo evitar admirar el cuerpo de mi hija, se está convirtiendo en una muchacha muy atractiva, con un cuerpo atlético y pecho grande.
Ana vestía un bikini rojo, que dejaba muy poco margen para la imaginación, y hacía juego con el color de sus uñas, que llevaba pintadas de un tono rojo muy intenso. Sus profundos ojos azules le aportaban un toque exótico muy interesante. Y todo eso combinado con su voluptuosas tetas, culo perfecto, piernas largas y labios muy carnosos y sensuales, la convertían en una auténtica belleza, cosa que ella conocía muy bien. Ella sabía que era una bomba sensual y muy sexy, y ya le había visto moverse de una forma muy insinuante cuando estaba frente a algún chico que le gustaba.
Las dos llamaban la atención por su atractivo, y era evidente la cantidad de miradas de chicos y hombres que se posaban en ellas cuando las llevaba al instituto o las recogía del centro comercial los sábados.
Llegué cerca de donde estaban ellas y me tumbé en una tumbona. Gracias a que llevaba puestas mis gafas de sol, podía disfrutar de las vistas, de observar a Ana y su cuerpo perfecto sin tener que disimular. Después de un rato charlando, ambas se levantaron para darse un chapuzón. La parte de abajo de su bikini se le había subido en ambos cachetes, exponiendo casi al completo su trasero perfecto, tan redondo y firme. Mientras caminaban hacia la escalera de la piscina, no podía dejar de fijarme en ese movimiento tan sensual de sus caderas, y cuando decidieron cambiar de idea e ir corriendo y saltar al agua, el movimiento de sus tetas hizo que se me escapara una sonrisa lasciva.
Al rato me decidí a entrar en la piscina con ellas, buceando mientras ellas estaban de pie junto al borde, podía observar que la parte de abajo de su bikini era tan ajustada que se le marcaban los labios del coño. Ana ya era toda una mujer y me estaba poniendo cachondísimo verla así e intuirla desnuda sin apenas tener que usar la imaginación.
Poco después, estuvieron un rato subiendo y saltando al agua las dos a la vez, justo enfrente de donde estaba yo, por lo que el show de ver esas tetas botar se sucedió varias veces delante de mis ojos. Tuve incluso la suerte de que una de las veces, al caer dentro del agua, uno de los pezones de Ana quedó al descubierto por unos segundos. Unos hermosos pezones grandes y oscuros. Ella, al darse cuenta de que se le había descolocado el bikini, no pareció sentir vergüenza. Al contrario, me miró, y, sin ninguna prisa y antes de taparse el pecho, me guiñó un ojo y me sonrió.
Poco después me excusé, y me fui a ducharme para poder hacerme una paja y descargar mi pene, que se había animado mucho con el espectáculo que tenía delante. Y de verdad que tuve que contenerme para no jadear demasiado alto mientras mi mente me traía todas esas imágenes que acababan de suceder. El culo de Ana cuando se le subió el bikini en ambos cachetes, el movimientos de sus caderas al andar, de sus tetas al correr y saltar, y ese pecho descubierto, un pecho perfecto acompañado de una sonrisa y un guiño insinuante.
“Oh, joder Ana, qué buena estás”, dije susurrando mientras me corría pensando en ella bajo el chorro de agua caliente.
Al volver, pregunté a las chicas si querían que pidiéramos una pizza para cenar. A ellas les encantó la idea, así que llamé para encargarlas mientras ellas subían para ducharse. Cuando bajaron en pijama me quedé embobado por unos segundos mirándola. Iba en pijama igual que mi hija, pero Lara llevaba puesta una camiseta de deporte y pantalones cortos, no un conjunto sexy como su amiga Ana. Ella siempre se vestía de una forma muy sexy y ajustada, pero yo nunca la había visto en pijama. Sus largas piernas bajaban por las escaleras con unos shorts tan cortos, que dejaban entre ver parte de su culo. Y arriba llevaba una camiseta de tirantes muy fina, casi transparente. Por supuesto ahora tampoco llevaba sujetador, y la forma de sus pechos y sus pezones eran muy evidentes.
Justo en ese momento sonó el timbre. Lara fue corriendo a hacia la puerta y trajo la pizza a la mesita del sofá mientras yo cogía los platos. Esa noche echaban en la tele la película favorita de Lara y me había pedido si podíamos comer en el sofá mientras la veían. Cuando volví con los platos, Lara estaba sentada en uno de los extremos del sofá y Ana se había sentado en el centro, por lo que el hueco para mi estaba a su lado. Cuando iba a sentarme Ana levantó la mirada y me sonrió.
Mientras comíamos, yo no podía evitar mirarla de reojo de vez en cuando. Mis ojos se iban a la entrepierna de Ana, y mi mente se iba creando imágenes de mi cabeza metido entre ellas lamiendo su coño, o mis manos tocando su turgente pecho. Tuve que girarme un poco para disimular mi pene, que iba poniéndo cada vez más duro. Pero creo que no tuve éxito, ya que vi cómo Ana lo miró y me miró a los ojos, algo confusa pero sonriendo.
Al rato, todos estamos cansados y decidimos irnos a la cama.
Tras cerrar la puerta de mi habitación, me siento en la cama y enciendo el ordenador portátil para poner algo de porno y por fin descargar toda esta tensión sexual. Cuando estoy masturbándome, de repente soy consciente de que la puerta está abierta y Ana está ahí, con su mano dentro de sus diminutos pantalones, y mordiéndose el labio de la forma más sensual que he visto en mi vida.
Intento decir algo pero me quedo bloqueado. Entonces Ana cierra la puerta, se acerca a mí, se saca la mano de ahí abajo y se la chupa sin dejar de mirarme fijamente. Se quita los pantalones y las bragas, y mira la pantalla del portátil. La chica del video que yo había elegido se parece bastante a ella.
“Ahora ya no necesitas una pantalla para correrte”, me dice, mientras deja el portátil en el suelo y se pone de pie junto a mi, con su coño desnudo a escasos centímetros de mi cara.
“He visto la forma en la que me mira, señor García. Sé que me desea”.
Entonces, se sube la camiseta y me muestra sus grandes y perfectas tetas. Intento no hacer nada, toda esta situación es muy confusa y sé que no debería hacer nada con la mejor amiga de mi hija.
“No deberíamos…”, le digo, pero me es casi imposible controlar el deseo.
“Lara no se va a enterar”, contesta ella.
Así que la agarro del culo y la traigo hacia mi, acercando su vulva a mi casa para oler su sexo. Mi dedo se introduce en su vagina y ella gime de gusto cuando mis dedos comienzan a acariciar su clítoris.
Se quita la camiseta del todo y nos tumbamos en la cama, ella encima de mi, por lo que por fin, puedo sentir sus pechos entre mis manos. Firmes y grandes, por fin puedo sentirlos. Paso mi lengua por sus pezones, primero uno y después el otro, y empiezo a succionar, lo que provoca en ella un suspiro de gusto en ella.
Entonces, sin dudarlo, Ana coge mi pene y comienza a masturbarme con sus suaves manos durante unos minutos, después se gira para hacerme una felación acercando su coño a mi cara, y los dos nos dedicamos a lamernos y chuparnos, una mamada tan deseada que no puedo sino devolverle todo el placer que siento. Mientras jadeo, le hago una comida de coño que sabe a gloria. Ella gime cada vez más fuerta, y sus caderas empiezan a contonearse de manera involuntaria, animadas por tanta excitación.
“Ay dios, no pares, o pares. Sigue, así, así, así, mmmmmm”, dice ella mientras se sacude al ritmo de un orgasmo intenso.
Ella entonces me pregunta si me puede follar. Yo, a punto de correrme también le indico que sí con la cabeza, y se sube encima de mí. No sé si Ana es virgen o no, pero al introducir mi pene en su vagina, la noto caliente y húmeda, no ofrece resistencia y aún se nota alguna euqña sacudida de los últimos coletazos de su orgasmo. Esa sensación, acompañada de una perfecta vista de sus tetas desde abajo, botando y meneándose, y la sonrisa en su cara mientras se muerde el labio de esa forma tan sexy, hacen que llegue esté a punto de tener un orgasmo yo también.
”Fólleme señor García. ohh, mmmmm”, dice jadeante.
Y, tan sólo unos minutos después siento que me falta muy poco para llegar. Aprovecho los últimos segundos antes de correrme para agarrala del culo y sentir mi pene bien dentro de ella. Entonces, saco mi pene y me corro en sus tetas., notando un río de placer que sacude mi pene.
“Ana, Ana, joder, siiiiiiiiiiiii”. Dijo entre jadeos, sin dejar de admirar su belleza.
Ella sigue también jadeando, coge una de mis manos y la pone en uno de sus pechos mientras por el otro va descendiendo lentamente mi semen.
Cuando mis latidos y la respiración se van recuperando, ella se inclina sobre mi y me besa dulcemente en la boca. Nuestras bocas se abren y nuestras lenguas se entrelazan durante unos segundos. Entonces ella, me muerde ligeramente el labio antes de separarse y dice:
“Ha sido increíble. Espero que podamos repetirlo en otra ocasión”.
Le toco de nuevo suavemente una teta y le respondo que sabe dónde encontrarme. Entonces ella me dedica de nuevo esa sonrisa tan sexy y me guiña un ojo mostrándome de nuevo su húmedo coño al inclinarse a recoger su ropa del suelo.
“Buenas noches señor García”, dice mientras me da un último beso, a lo que respondo con un suave cachete en el culo. Y la observo cómo se aleja hacia la puerta.
Cuando me quedo solo, doy un gran suspiro y la sonrisa de mi cara no se borra, sabiendo que ésta no será la última vez.